La dimisión del
primer ministro italiano, Matteo Renzi, priva a la Unión Europea (UE) del líder
socialdemócrata más combativo contra la política de austeridad impuesta por
Berlín y la Comisión Europea, que ahoga la frágil recuperación de la eurozona lograda
gracias a la masiva (y tardía) inyección de fondos del Banco Central Europeo
(BCE) en la economía. La socialdemocracia se ha quedado sin influencia de peso
en el gobierno de la UE y en el Consejo Europeo, formado por los jefes de
Estado y de Gobierno de los 28 miembros. Aunque los socialdemócratas forman
parte del Gobierno alemán, son el socio menor y su influencia en asuntos
socioeconómicos europeos se ha revelado escasa. La UE consideraba a Renzi como
un bastión contra el populismo en Italia, por lo que ha resultado
contraproducente la negativa de Bruselas y Berlín a autorizarle una política
presupuestaria más expansiva para reactivar la economía italiana y la falta de
ayuda de sus socios ante la llegada de 500.000 inmigrantes en tres años.
El retroceso
socialdemócrata reforzará a la cancillera alemana, Angela Merkel, como líder de
la UE para continuar imponiendo ya de forma indiscutida una política económica
al servicio de los intereses alemanes, pese a sus nefastos efectos de creciente
desigualdad social, precariedad laboral y empobrecimiento de la población, lo
que seguirá acentuando el descontento ciudadano y el avance de los populistas y
la extrema derecha.
Merkel, con el
respaldo de sus aliados, como Holanda, sigue haciendo oídos sordos a los
reiterados llamamientos de Washington, de premios Nobel de Economía (Joseph
Stiglitz, Paul Krugman, Peter Diamond, Christopher Sims) y ahora del Fondo
Monetario Internacional (FMI) en favor de una política expansiva que impulse el
crecimiento antes de que sea demasiado tarde e incluso ha rechazado el tímido
giro planteado por la Comisión Europea este otoño ante el agravamiento de la
crisis política de la UE.
La partida de Renzi
coincide con el fin del mandato del presidente socialista del Parlamento Europeo,
Martin Schulz, que supondrá un reforzamiento del poder conservador en las
instituciones europeas ante el plan del grupo popular de copar ese puesto.
Tanto el presidente permanente de la UE, Donald Tusk, como el presidente de la
Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, son conservadores y el Ejecutivo
comunitario está dominado por una mayoría de 20 comisarios conservadores y
liberales, frente a 8 socialdemócratas.
La salida de escena
de Renzi se suma al papel decepcionante desempeñado por el presidente francés,
el socialista François Hollande, en intentar contrarrestar la política de
austeridad dictada por Berlín, incumpliendo la promesa electoral que le dio la
victoria en el 2012. Con Francia sumida en el proceso preelectoral de las
presidenciales de primavera, que auguran un giro del voto a la derecha ante una
izquierda fracturada que ha decepcionado a sus votantes, la influencia del
Gobierno socialista será escasa en aquellos asuntos en que discrepe con Berlín.
Con los
socialdemócratas de Francia e Italia (segunda y tercera economía de la
eurozona) fuera de juego y la incapacidad de la izquierda para articular una
alternativa al Partido Popular en España (cuarta economía de la eurozona), los
conservadores afianzan aún más su dominio de la agenda política europea en este
momento crucial, en que la UE está sumida en una grave crisis existencial.
El intento de
rebelión de la izquierdista Syriza en Grecia contra la política de austeridad
—"la única posible", según Merkel— fue aplastado sin contemplaciones
en julio del 2015. Alemania, la Comisión Europea, el Eurogrupo y el BCE
"castigaron" de forma ejemplar a Grecia con sacrificios y ajustes aún
más drásticos, como denunció, entre otros, el sociólogo y filósofo alemán,
Jünger Habermas, que acusó a Merkel de imponer "la hegemonía alemana en
Europa".
La socialdemocracia
ha quedado arrinconada a una minoría entre los Veintiocho sin una influencia política
relevante. Malta, es el único gobierno socialista en solitario, con Joseph
Muscat, como primer ministro. El gobierno socialista portugués de Antonio
Costa, respaldado por una coalición de izquierdas, intenta sobrevivir a los
ajustes que le imponen la Comisión Europea y el Eurogrupo. El gobierno
austriaco, encabezado por el canciller socialista Christian Kern, en coalición
con los democristianos, está debilitado por la debacle de ambos partidos en las
elecciones presidenciales de este año, en que sólo obtuvieron el 11% de los
votos cada uno, y el auge de la extrema derecha del Partido de la Libertad
(FPÖ), que logró el 46,7% de los votos.
El Gobierno
socialdemócrata sueco de Stefan Löfven, en coalición con los Verdes, es quizá
el más sólido de los ejecutivos socialistas existentes en la UE. Pero no forma
parte de la eurozona y su política respecto a Europa está dominada por el
objetivo de evitar nuevas cesiones de poder a Bruselas o medidas que puedan
socavar el modelo social europeo o su capacidad legislativa.
El Gobierno checo
también está encabezado por el socialdemócrata, Bohuslav Sobotka, en coalición
con centristas y democristianos. El primer ministro eslovaco, Robert Fico,
asimismo figura como socialdemócrata aunque sólo sea por el nombre de su
partido Smer-SD. Fico es uno de los líderes de la UE que dirige un gobierno
aliado con la extrema derecha, el Partido Nacional Eslovaco (SNP). Los otros
casos son los gobiernos conservadores de Dinamarca, aliados con el ultra
Partido Popular Danés (DPP), y de Finlandia, con el Partido Finés (PS), sin
contar los gobiernos ultraconservadores y autoritarios de Polonia y Hungría.
Este artículo se publicó por primera vez en El Periódico el 11 de diciembre de 2016
Este artículo se publicó por primera vez en El Periódico el 11 de diciembre de 2016
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