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Bélgica, el país de las huelgas salvajes

Caos circulatorio por la huelga salvaje del transporte público en Bruselas el pasado 15 de febrero


Bélgica se distingue por la predisposición del personal de las empresas de servicios públicos, especialmente de transporte, por declararse en huelga sin previo aviso y sin preocuparse en lo más mínimo por los perjuicios que causan a los usuarios o a la economía del país.

La última de estas proezas fue la huelga salvaje que dejó al millón de habitantes de Bruselas sin metro, ni autobús, ni tranvía durante toda la jornada del pasado martes 15 de febrero. Esto provocó un monumental caos circulatorio en toda la capital y zonas limítrofes y multitud de problemas escolares y laborales. Mucha gente se vio obligada a realizar sus habituales largos trayectos urbanos a pie.

El desencadenante de la huelga fue la supuesta agresión de un conductor de metro en la estación Balduino al final de la tarde de la víspera. Sin embargo, las cámaras de vigilancia de la estación revelaron posteriormente que fue el conductor de metro quien propinó en primer lugar un puñetazo a un pasajero en el andén tras una discusión.

Al parecer, en opinión de los conductores y de la compañía de transporte público (STIB), el pasajero debía haberse dejado agredir, en lugar de defenderse a continuación, como ocurrió.

Entre los usuarios sorprendió además que la dirección de la compañía amparara en declaraciones públicas la huelga salvaje, sin preocuparse del millón de ciudadanos que quedó tirado literalmente en la calle, y que ni siquiera intentara establecer unos servicios mínimos.

La Sociedad de Transporte Intercomunal de Bruselas (STIB) se limitó a colocar en su página de Internet un certificado sobre la huelga general que podía imprimirse como justificante para presentar a las escuelas y a las empresas.

Ante la acumulación de agresiones físicas reales en la red de transporte público de Bruselas, sobre los empleados y los pasajeros, bastó el rumor de una nueva agresión a un conductor para que el personal de inflamara y desencadenara la huelga salvaje.

La degradación de la seguridad pública en amplias zonas de Bruselas también afecta a la red de transporte público: metro, autobús y tranvía. Pero pese a las promesas de la dirección de la Sociedad de Transportes Intercomunales de Bruselas (STIB), muy poco o nada se ha hecho para corregir esa situación. La ausencia de Gobierno en Bélgica desde hace ya 248 días mantiene también bloqueadas las promesas de financiación para reforzar la seguridad de la capital belga.

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