El Blog de Eliseo Oliveras sobre política internacional. Una mirada crítica y sin compromisos desde la capital de Europa sobre las claves, el funcionamiento y los entresijos de la Unión Europea (UE), de la OTAN y de sus estados miembros.

Europa ve peligros en lugar de oportunidades en la revuelta árabe

El secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen
La excesiva preocupación por los peligros y riesgos de la revuelta árabe en Egipto y Túnez hace que Europa y Estados Unidos subestimen u olviden las enormes oportunidades de democratización, desarrollo socioeconómico y estabilidad que puede aportar a la región y a la política internacional.

La Unión Europea (UE) y EEUU se han acostumbrado desde los tiempos de la guerra fría a primar la estabilidad y la fidelidad de los regímenes políticos sobre la democracia, la libertad y el bienestar de los ciudadanos de estos estados denominados amigos.

A pesar de las reiteradas declaraciones a favor de la democracia y el respeto de los derechos humanos, tanto la UE como EEUU han apoyado y sostenido abiertamente a regímenes autoritarios, que violaban impunemente esos principios cotidianamente, pero que eran fieles a la estrategia occidental internacional.

El régimen del depuesto presidente tunecico, Zine El Abidine Ben Ali, que gobernó con mano de hierro el país durante más de 20 años es un ejemplo clamoroso, ya que contó con el respaldo europeo hasta que se descubrió que ya había abandonado el país.

El presidente egipcio, Hosni Mubarak, es otro ejemplo de ello, con casi 30 años como fiel aliado europeo y norteamericano, a pesar de sus reiterados fraudes electorales, de su implacable represión y de la escandalosa corrupción del régimen.

La timorata y titubeante actitud de la diplomacia europea ante la rebelión popular egipcia demuestra que, una vez más, el temor a la inestabilidad o a la simple posibilidad de llegada de los islamistas al poder prima sobre la voluntad democratizadora de la población y corre el riesgo de malograr una oportunidad histórica.

Turquía, pese a sus defectos, es el único estado democrático de población musulmana. La democratización de Egipto tendría un efecto dominó en toda la región, pero los estados democráticos no suelen seguir el dictado de las potencias extranjeras, sino el de su población, y eso es lo que parece preocupar más a las cancillerías europeas.

Por ello, los líderes europeos han evitado pedir a Mubarak que abandone el poder, refugiándose  en la excusa fácil de que la UE no debe injerirse en los asuntos de otros estados. La cancillera alemana, Angela Merkel, probablemente influenciada por los temores israelíes, ha defendido avanzar con “orden y prudencia” en la transición política egipcia. Y el enviado especial norteamericano, Frank Wisner, ha declarado incluso que Mubarak es necesario para pilotar la transición, a pesar de que es obvio que el presidente egipcio está maniobrando para esa transición sea más aparente que real.

Tanto la UE como EEUU dan la impresión de querer repetir los errores políticos cometidos en los territorios palestinos en enero del 2006, cuando Hamas ganó limpiamente las elecciones al Parlamento Palestino. En lugar, de trabajar con esa realidad fruto de la voluntad popular, la UE interrumpió la ayuda financiera a la Administración palestina y condenó a los territorios palestinos al caos político y a toda la región mediterránea a una mayor inestabilidad y violencia.  

La falta de apoyo decidido de la UE a la población egipcia que desafía al régimen autoritario puede conducir a la sofocación o asfixia de la revuelta y reforzar aún más a los grupos islamistas, como los Hermanos Musulmanes, que aparecerán como únicos dispuestos a luchar por un verdadero cambio de régimen y defender los intereses de la población, el escenario que precisamente quieren evitar la UE y EEUU.

En una nueva muestra de esa actitud, el secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, ha advertido precisamente hoy que la revuelta árabe puede tener “un impacto negativo en Europa”, porque puede incrementar la inestabilidad en la región e incrementar los flujos de inmigración ilegal hacia la UE, y ha prevenido a los gobiernos que no pueden seguir recortando los presupuestos de defensa, porque el futuro puede ser peligroso.

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