El Blog de Eliseo Oliveras sobre política internacional. Una mirada crítica y sin compromisos desde la capital de Europa sobre las claves, el funcionamiento y los entresijos de la Unión Europea (UE), de la OTAN y de sus estados miembros.

Europa se juega su futuro

El presidente de la UE, Herman Van Rompuy, con el presidente francés, Nicolas Sarkozy, y la cancillera alemana, Angela Merkel durante la cumbre europea del 4 de febrero del 2011 en Bruselas

Europa se encuentra en la encrucijada. De las decisiones que se adopten a lo largo de los próximos meses dependerá qué papel desempeñará a económica y políticamente en las próximas décadas y cuál será el nivel de bienestar y seguridad que podrá ofrecer a sus ciudadanos.

La Unión Europea (UE) se encuentran debilitada por la dureza de la reciente recesión, el elevado nivel de paro, la frágil recuperación y por la crisis de confianza en la deuda soberana de los países con mayor déficit público de la zona euro, Grecia, Irlanda y, en menor medida, Portugal y España.

La UE también está debilitada a nivel político externa e internamente. La irrupción de China como gran potencia y la creciente tendencia norteamericana a tratar a la UE como súbdito en lugar de socio privilegiado han debilitado el protagonismo europeo internacional. Asimismo, la voluntad y la capacidad europea de actuación ha mermado, como ha quedado demostrado en durante la actual rebelión de la población de Túnez y Egipto contra sus respectivos regimenes autoritarios, que se han mantenido en el poder durante décadas precisamente gracias al respaldo europeo.

Europa carece de un líder con una visión política global a largo plazo y con el coraje político para defenderla y convertirla en realidad. La reforma institucional del Tratado de Lisboa no ha aportado el reforzamiento político esperado en la UE.

El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, acostumbrado a modificar sus puntos de vista en función de las antiguas presidencias semestrales, carece de credibilidad y autoridad para desempeñar esa función y el papel del Ejecutivo comunitario se está reduciendo al de un secretariado de los Veintisiete.

El presidente de la UE, Herman Van Rompuy, también ha acabado actuando más como coordinador e impulsador de consensos para las iniciativas del eje franco-alemán que como auténtico líder de la UE.

A nivel diplomático, la ministra europea de Asuntos Exteriores, Catherine Ashton, ha tenido hasta ahora una actuación más que discreta, con escasa iniciativa, que contrasta con el dinamismo y la efectividad lograda por su antecesor, Javier Solana, con muchísimos menos medios.

Además, entre las delegaciones nacionales comienza a preocupar que el nuevo Servicio Exterior Europeo esté controlado en la práctica por figuras británicas y que se estén recortando los poderes del secretario general y número dos, Pierre Vimont, con lo que se corre el riesgo de que se convierta en una prolongación del Foreign Office británico.

El vacío dejado por la falta de liderazgo desde las instituciones europeas es ocupado por el eje franco-alemán, cada vez más dominado por Berlín gracias al empuje económico alemán, mientras que París se ve forzado a asumir un creciente papel de acompañante para mantener su influencia en la UE.

Los demás líderes de los Veintisiete, demasiado absortos por sus problemas internos nacionales y sus intereses políticos concentrados en el corto plazo, facilitan la consolidación del papel del eje franco-alemán como recuperado motor de la integración europea.

A pesar de estas debilidades, las medidas adoptadas para hacer frente a la crisis financiera pueden convertirse en la base de un renacer europeo a partir de la zona euro mediante un reforzamiento económico, el cual abriría la posibilidad futura de una mayor integración política en otros ámbitos.

Aunque la titubeante actitud de Berlín agravó hace un año la crisis griega, la cancillera alemana, Angela Merkel, parece haber aprendido la lección y ahora promueve una mayor integración dentro de la zona euro a través del denominado «pacto de competitividad».

Este semestre se estrenará en la zona euro un control previo colectivo de los borradores de presupuestos nacionales y de los planes de reformas económicas de los países y un control reforzado del déficit público con sanciones semiautomáticas, lo que supone un salto cualitativo hacia un gobierno económico.

Si a ello se suma, como defienden Berlín y París, una mayor convergencia de las políticas laborales, sociales y tributarias, acompañada de un fortalecido fondo financiero de rescate de países en apuros, se estaría avanzado decididamente hacia un resurgimiento europeo a partir de núcleo clave de la zona euro.

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